martes, enero 27, 2009
Más días pasan...
Una mañana desperté y ya era un nuevo año, bastaba con cerrar mis ojos y darme cuenta de que 366 días pasaron sin clemencia alguna. Mi mundo cambió un tres de marzo, ya estaba en el mundo real, en los tribunales, caminando por las calles del centro…al mes decidí retomar los estudios, quería ser más, y lo sigo deseando. Hasta que una buena mañana me llamaron para comenzar mi práctica, todo comenzó un 26 de mayo. Aún recuerdo ese lunes gris de otoño, que para variar llegué tarde a la reunión, estaba en una oficina, con una persona que me parecía de lo peor, solo miraba al infinito y estaba convencida de que esto sería un trámite más en el camino de alcanzar mi título, ese que tanto me ha costado. Más, no fue así. Todo mi mundo, mi vida, mis sueños, se derrumbaron, quería abandonar todo, por segunda vez en mi vida me di cuenta de que no era capaz de hacer todo y de hacerlo bien. Estaba superada, corrí por las calles de la ciudad, con el rostro bañado en lágrimas de angustia, de rabia, de impotencia, de desilusión. Mas, pude levantarme, con la ayuda de los que me aman y que nunca me han dejado de lado. Tuve que sacar todo el coraje que existía en mi interior, esas fuerzas que no tenía idea de que existían, dejar de lado todos y a casi todos, mis prioridades se centraron en concretar los tres grandes proyectos del 2008, lentamente aterricé en este mundo, en el de verdad, al que desde siempre le tuve miedo, tuve que adquirir el valor de continuar frente a las dificultades que se cruzaban día tras día. Aprendí a levantarme al alba, a convivir con el enojo, la inoperancia y estupidez del resto, de la mano tuve que aprender a asumir responsabilidades que otros no tomaban y a solucionar los errores de otros y también los míos, aprendí que con humildad se puede llegar muy lejos, que una sonrisa puede cambiar el mundo y lograr lo que nadie puede. Aprendí a contenerme, a no llorar frente al resto, a tragarme tantas cosas, sin querer me fui convirtiendo en un ser más solitario de lo que ya era. No había tiempo para un tercero, con suerte para mi familia y mis amigos. Cada viernes, el mejor panorama se convirtió en ver alguna peli y dormir hasta más no poder. Dejé a un lado mi entrenamiento, pero extrañaba a diario correr por algún parque o subir a mi bicicleta y pedalear hasta que el cuerpo pidiera un descanso. Sin querer conocí la ira y el enojo, fuimos uno. No obstante, se cruzaron un par de personas que me aceptaron y que me quieren, jamás lo comprenderé….me dí cuenta de que la práctica estaba sacando lo peor de mi y una noche de julio golpeaste mi puerta y te quedaste, pero era demasiada la ira entre nosotros, colapsamos y me dejaste. La pena se apoderó de mi alma y algo moviste en mí que decidí no perderte, yo no soy así. No recuerdo haber tenido tanto miedo al rechazo hasta ese lunes de noviembre, en que te dije todo y decidimos estar juntos, el cambio de ambos era notorio, la ira, la rabia habían quedado en el pasado, el deporte volvió a mi vida y con ello las cosas empezaron a encaminarse. Mas, veía mi práctica derrumbarse, saque fuerzas de flaqueza y luché y sigo luchando…ya sin energías, sin motivación, con un cansancio que mi cuerpo no conocía. Las preguntas rebotaban en mi mente, todo lo que quiero es tan difícil de alcanzar, que de alguna u otra forma siempre he tenido que sacrificarme el doble, pero: vale la pena??, alguna parte de mi ser me dice que sí, que nada es fácil, que tal vez esa sea la única forma de valorar lo que logro en esta vida, quizás es una forma de amar más lo que hago. Y tú sigues a mi lado, de una forma distinta, pero estás presente en muchas de las cosas que hago, más preguntas revolotean por mi mente, azotan mi alma y estremecen mi corazón. Mueves mi mundo, tu sonrisa alivia cualquier dolencia que tenga, un abrazo me llena de ternura, de pasión. Un simple beso me lleva a lugares que no conocía, dormir entre tus brazos es algo simplemente hermoso. Extrañarte me hace desear estar más a tu lado. Tu pena es mía, al igual que tus triunfos y fracasos, no se que me pasa. Es como si tuviese quince años de nuevo, cada vez que te voy a ver algo me sucede, me pongo nerviosa, las maripositas visitan mi mundo y desde hace un tiempo que no importa lo mal que esté, regalos sonrisas porque sí. Cuando suena el móvil y eres tú, me inunda la alegría…mas, tengo miedo, pero no me importa, simplemente se que vale la pena, al menos tú lo vales. Tu sonrisa ilumina mis días, lo que siento es cada segundo más fuerte. El miedo me paraliza, mas no me detiene, mi eterna dicotomía. Es sólo cosa de tomar mi pulso cuando estoy contigo, cuando estoy entre tus brazos, las noches contigo han tomado otro rumbo, al igual que yo. No se que va a pasar, estás a mi lado, y corroboro que lo esencial es invisible a los ojos…
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